Mori
Anoche estuve en la fiesta de inauguración del Teatro Mori, propiedad de los galanes Valenzuela y Vicuña. Llegué tarde. Cerca de las 11 y media, sin mucho ánimo y con la garganta ligeramente irritada por un resfrío incipiente. Por supuesto, mi nombre no figuraba en la lista de invitados. Menos mal que mi socio no fue y que al poeta Julio Carrasco, que me llamó para encaletarse, le dije que mejor hiciéramos algo hoy. Tras pasar por un guardia pelado, al que le expliqué que Gonzalo me había invitado personalmente, pasé por dos controles más, donde conté la misma historia. Supongo que me hicieron pasar porque en la duda, la chance de cagarla era más grave que dejar pasar a un colado. Como sea, hicimos entrada a la fiesta más taquillera de la noche santiaguina y más que la gran cantidad de rostros de la tele y aspirantes a rostros, lo que impresionaba era el lugar. Subió mi estima de los actores en cuestión al ver la manera en que han decidido gastar sus fortunas. No será toda su plata ni mucho menos, pero todo el resto usa su plata en camionetas cada vez más monstruosas, departamentos, viajes, mujeres, en fin, el cultivo estilizado ad extremis del propio jardín privado. Por suerte no tengo que plantearme el dilema de cómo gastar mi fortuna personal, pero en cualquier caso, simpatizo con Teatro Mori.
Conversando con Gonzalo Valenzuela me dijo que cuando lo llevé a Bob's Cabaret en Londres, un galpón que administraban unos amigos donde se hacína bizarrísimas perfomances cada jueves, emepezó a fantasear con la idea de armar una espacio así. Me sentí halagado, pero no puede evitar hacer una comparación en mi mente: Bob's Cabaret no tenía un pelado en la puerta ni auspiciadores ni rostros de televisión ni mozos uniformados, pero sí era un lugar exclusivo, pero exclusivo por lo under y por estar ubicado en uno de los barrios más peligrosos de Londres, lo que hacía que mucha gente no quisiera ir simplemente por susto. A Bob's Cabaret se entraba tocando la puerta lateral de una barraca, donde te abría un loco demente llamado Miles y luego debías caminar cien metros en medio del silencio y la oscuridad, hasta llegar a una puerta metálica, que cuando se abría, te permitía entrar a un mundo pelacable y sin igual. A veces tocaban bandas o recitaban poetas sonoros o se hacían striptease, o la misma persona que recitaba hacía el striptease, o corrían videos. Una vez performié con Andrés Haye, los dos vestidos con calzoncillos y muy maquillados, boxeando. Para anunciar el final de cada ring, el árbitro quebraba una botella. Nos pegábamos combos, pero también patadas y en un momento reduje a Andrés con una llave y le empecé a pegar combos en la cara. El público de Bob's Cabaret, acostumbrado a ver las cosas más raras, se escandalizó con la violencia y tras quedarse mudo por un buen rato, como si estuviésemos en un funeral, empezaron a protestar. En otra ocasión, Luna y Adrian, la pareja estrella del lugar, hacían una performance en que ella, desnuda y con una máscara tipo kkk, le cortaba el pelo a él, desnudo sobre un sofá. De repente una japonesa que estaba en el público, se lanza sobre Adrian y le empieza a hacer una mamada. Luna, la esposa de Adrian, miraba esto con desconcierto. Esas cosas podían ocurrir en Bob's Cabaret. Sospecho que el Teatro Mori tendrá una existencia un poco más tranquila, más cercana al mainstream, menos provocadora. pero quién sabe.
Sobre la fiesta, voy a contar un par de infaltables chismes. Yo y mi chica destacabámos por ser los más desconocidos de la noche y por no estar peleándonos por hablar con ningún famoso. Es gracioso ese fenómeno. Se arman como unos círculos en torno a un famoso, en que todos están casi a los codazos, peleándose por tener sus dos minutos de atención. Veamos a quienes saludé, creo que en total, unas diez personas.
En primer lugar, había mucha gente de mi colegio, lo que me sorprendió. No sabía que había tanto impulso farandulero en la Deutsche Schule. Una chica que se llama Maya, no me acuerdo su apellido, andaba por ahí con un par de tetas que llevaban la firma del cirujano: en el patio del Alemán destacaba por guapa, pero le pesaba ser muy plana. También estaba Roque, un amigo de Romina y otra chica que a los doce años era gimnasta y tenía una hermana melliza.
Gonzalo Valenzuela me presentó a su manager y a unos actores argentinos de la teleserie que hace allá, a quien nadie daba mayor bola. Al que sí todos daban bola era a Gastón Pauls, como no. También saludé a Juan Pablito Miranda, de los Debutantes, a la Javiera, cuñada o ex cuñada del gran Roberto Farías, actor de Los Debutantes, Pablo Larraín, a quien ya he mencionado en este medio y Sebastián Freund, también un viejo conocido de la época de los Debutantes. Un par de amigas o conocidas de mi ex, entre ellas una chica que trabaja para Chilevisión que tuvo el coraje de decirme que no habían querido comprar mi corto "Hong Kong", justamente con Gonzalo Valenzuela, porque el guión le pareció malo. Más allá de su opinión, da gusto encontrarse con alguien que te dice las cosas en la cara.
Eso es todo.
Bailamos. Tomamos. Comimos.
Sonó "Praise for you" de Fatboy Slim. Justo el día anterior había estado con Inti, mi director de foto, viendo el documental sobre el videoclip de esa canción, dirigido por Spike Jonze. Buenísimo.
Creo que lo que más me gustó del Teatro Mori es que las butacas son con un cojincito incorporado. Nada más desagradable que ir a esos teatros en que ponen unas gradas como de circo y la obra en lugar de ser algo para disfrutar, se convierte en un suplicio chino.
Conversando con Gonzalo Valenzuela me dijo que cuando lo llevé a Bob's Cabaret en Londres, un galpón que administraban unos amigos donde se hacína bizarrísimas perfomances cada jueves, emepezó a fantasear con la idea de armar una espacio así. Me sentí halagado, pero no puede evitar hacer una comparación en mi mente: Bob's Cabaret no tenía un pelado en la puerta ni auspiciadores ni rostros de televisión ni mozos uniformados, pero sí era un lugar exclusivo, pero exclusivo por lo under y por estar ubicado en uno de los barrios más peligrosos de Londres, lo que hacía que mucha gente no quisiera ir simplemente por susto. A Bob's Cabaret se entraba tocando la puerta lateral de una barraca, donde te abría un loco demente llamado Miles y luego debías caminar cien metros en medio del silencio y la oscuridad, hasta llegar a una puerta metálica, que cuando se abría, te permitía entrar a un mundo pelacable y sin igual. A veces tocaban bandas o recitaban poetas sonoros o se hacían striptease, o la misma persona que recitaba hacía el striptease, o corrían videos. Una vez performié con Andrés Haye, los dos vestidos con calzoncillos y muy maquillados, boxeando. Para anunciar el final de cada ring, el árbitro quebraba una botella. Nos pegábamos combos, pero también patadas y en un momento reduje a Andrés con una llave y le empecé a pegar combos en la cara. El público de Bob's Cabaret, acostumbrado a ver las cosas más raras, se escandalizó con la violencia y tras quedarse mudo por un buen rato, como si estuviésemos en un funeral, empezaron a protestar. En otra ocasión, Luna y Adrian, la pareja estrella del lugar, hacían una performance en que ella, desnuda y con una máscara tipo kkk, le cortaba el pelo a él, desnudo sobre un sofá. De repente una japonesa que estaba en el público, se lanza sobre Adrian y le empieza a hacer una mamada. Luna, la esposa de Adrian, miraba esto con desconcierto. Esas cosas podían ocurrir en Bob's Cabaret. Sospecho que el Teatro Mori tendrá una existencia un poco más tranquila, más cercana al mainstream, menos provocadora. pero quién sabe.
Sobre la fiesta, voy a contar un par de infaltables chismes. Yo y mi chica destacabámos por ser los más desconocidos de la noche y por no estar peleándonos por hablar con ningún famoso. Es gracioso ese fenómeno. Se arman como unos círculos en torno a un famoso, en que todos están casi a los codazos, peleándose por tener sus dos minutos de atención. Veamos a quienes saludé, creo que en total, unas diez personas.
En primer lugar, había mucha gente de mi colegio, lo que me sorprendió. No sabía que había tanto impulso farandulero en la Deutsche Schule. Una chica que se llama Maya, no me acuerdo su apellido, andaba por ahí con un par de tetas que llevaban la firma del cirujano: en el patio del Alemán destacaba por guapa, pero le pesaba ser muy plana. También estaba Roque, un amigo de Romina y otra chica que a los doce años era gimnasta y tenía una hermana melliza.
Gonzalo Valenzuela me presentó a su manager y a unos actores argentinos de la teleserie que hace allá, a quien nadie daba mayor bola. Al que sí todos daban bola era a Gastón Pauls, como no. También saludé a Juan Pablito Miranda, de los Debutantes, a la Javiera, cuñada o ex cuñada del gran Roberto Farías, actor de Los Debutantes, Pablo Larraín, a quien ya he mencionado en este medio y Sebastián Freund, también un viejo conocido de la época de los Debutantes. Un par de amigas o conocidas de mi ex, entre ellas una chica que trabaja para Chilevisión que tuvo el coraje de decirme que no habían querido comprar mi corto "Hong Kong", justamente con Gonzalo Valenzuela, porque el guión le pareció malo. Más allá de su opinión, da gusto encontrarse con alguien que te dice las cosas en la cara.
Eso es todo.
Bailamos. Tomamos. Comimos.
Sonó "Praise for you" de Fatboy Slim. Justo el día anterior había estado con Inti, mi director de foto, viendo el documental sobre el videoclip de esa canción, dirigido por Spike Jonze. Buenísimo.
Creo que lo que más me gustó del Teatro Mori es que las butacas son con un cojincito incorporado. Nada más desagradable que ir a esos teatros en que ponen unas gradas como de circo y la obra en lugar de ser algo para disfrutar, se convierte en un suplicio chino.
Gracias por tu visita. Yo también estoy muerta, entonces meréceme en tus desavaríos y te haré soñar un futuro peor a una gota de agua sobre una magonlia depilada.
Un besito ígneo y otro fantasma.
Chaooo.