Tardes de Cine

Ficciones, Mentiras e Ilusiones Ópticas de la Vida Real

10.4.05

Fin de Semana I: la pelea

El viernes a la salida de mis clases en Uniacc, donde ya me desenvuelvo con la naturalidad de un veterano fui a un asado popular en la casa de Joaquín Prieto, descendiente del presidente Prieto (no me consta) y miembro del colectivo Casagrande. Ahí estaban Julio Carrasco, Adán Méndez, Carmen García, Santiago Barcaza, unas chicas muy maquilladas, un periodista gringa con pinta de irlandés y el escritor Pablo Torche. En mi casa sobraban unas botellas de pisco desde mi cumpleaños del año pasado, por lo que decidí sumar dos en un solo envase y presentarme botella en mano.
Nada fuera de lo común ocurrió durante el asado, pero a las dos y media de la mañana, alguien, no sé quien, dijo que íbamos a una fiesta. Sin hacer muchas preguntas nos subimos al auto de Santiago Barcaza, integrante de la banda rock Los Muebles, Julio, también de Los Muebles, Prieto, músico invitadom en Los Muebles, una amiga de estos chicos que se llamaba Paula o Paola, y yo. No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta que subirse a un auto con Los Muebles en pleno es una apuesta peligrosa. No es por casualidad que su hit radial se llama "si no me dices que sí (te voy a violar)". Barcaza al volante en un jeep gris quería provocar a sus prójimos conductores. Frenaba de pronto, tocaba la bocina, insultaba a la gente. Íbamos pasado las Torres de Tajamar cuando un Chrysler plateado se cruzó por las tres pistas de Providencia sin señalizar ni nada. Barcaza sulfuró y le muestra su dedo del medio erecto al chofer quien responde de la misma forma. Luego el tipo se corre varias pistas más allá y se olvida del asunto. Pero Barcaza insiste, se para al lado de él y le recuerda los organos sexuales de su madre, sin la decencia que los niños de la nueve generación han adoptado para referirse a las partes pudendas (mi hijo putativo de cuatro años habla indefectiblemente del pene y la última vez que mi mamá fue con mi sobrinita de cuatro años al baño, ésta le dijo en su mejor tono: "abuelita, tienes la vulvita hedionda"). No fue precisamente de vulvita que el poeta y músico Barcaza le habló al tipo del Chrsyler plateado.
Los dos se bajaron de los respectivos vehículos. De ahí en adelante todo ocurrió muy rápido. Siempre es así en las peleas callejeras. El conductor del Chrysler gritaba como un loco y le pegaba violentos empujones a Barcaza, quien utilizaba el arbusto del bandejón central de Providencia como las cuerdas de un ring. Se podría decir, que lo tenían contra los arbustos. Por suerte el tipo no le quiso reventar a puñetazos. Era mucho más alto, atlético, viril y agresivo que el poeta, cuya única virtud boxeril eran unas cuantas copas de más, que le habían cancelado las inhibiciones de la paz y la civilización. Digo por suerte, no tanto por la integridad física de Barcaza, como por la mía y la de los demás Muebles, quienes nos habríamos tenido que bajar a ayudarle, lo que habría hecho que los amigos del matón que estaban riéndose en el Chrysler también se habrían bajado y el asunto derivaba en gresca o riña o conato o mata de combos.
No entendí por qué, pero mientras lo empujaba y creo que lo pateaba (desde el auto se veía un enredo), el tipo gritaba como un toro la siguiente frase: "vende tu auto, huevón, vende tu auto". Me hizo reflexionar al final del matoneo. ¿Qué quería decir? ¿Que Barcaza era muy poca cosa para andar motorizado? ¿Que el auto valía poca cosa? Lo que fuera, algo era poca cosa. Al subirse Barcaza respiró aliviado, sin rasguños. "Gracias por defenderme los maricones", fue su único comentario.

1 Comentarios:

  • At 1:30 PM, Blogger crisis said…

    Este comentario es de Julio Carrasco, quien todavía no aprende a usar blogger y me pidió que lo ponga yo: "El resultado de la pelea no le hace justicia a Barcaza. Quienes lo conocemos bien, lo sabemos perfectamente capaz de derribar a cualquier matón callejero. Si en esta oportunidad no lo hizo fue seguramente por no alarmar a la dama que nos acompañaba.

    En lo personal sentí ese tremendo tortazo que le dieron, como si fuera yo quien lo hubiera recibido. Y no alcancé a bajarme del jeep porque no tiene puertas traseras.

    Barcaza me contó que había anotado la patente del otro auto para ir por la revancha. ¡No quisiera estar en el pellejo del conductor!"

     

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