Años
Una mezcla de casualidad con nostalgia me tiene leyendo dos libros a la vez que son la clase de lecturas que había cuasi abandonado cuando dejé de ser sociólogo. "Amor Líquido" de Zygmunt Bauman y "Post producción" de Nicolás Bourriaud.
El primero es un ensayo sociológico, pero más o menos light, sobre las relaciones amorosas en tiempos flexibles (me gusta es metáfora que usan muchos sociólogos para describir esta época, usurpando esa cualidad que habitualmente se le atribuye a nuestras economías, creo que no hay mejor palabra para calificar los tiempos que corren, qué era de la información ni que ocho cuartos, la era flexible). A Bauman lo había leído en la universidad, su famosa obra sobre el holocausto y la modernidad. Recuerdo una discusión sobre ese texto en un seminario con Stan Cohen, el único profesor de sociología que conocí que en su oficina tenía un afiche de un metro de altura de Bob Marley fumándose un tonto caño. ¿Por qué volví a Bauman? La excusa oficial fue que quería lecturas que me estimularan el entendimiento en el camino de escribir mi nuevo guión y así lo adquirí en una reciente visita a esas librerías gigantes que hay en Buenos Aires. Pero supongo que lo que pasado más en el fondo es que mientras más cineasta me pongo y ya voy dando clases, sobre todo de guión, he ido echando de menos la sociología. No es que quiera volver a ser sociólogo, sino que más bien quiero meter la sociología (y las lecturas teóricas en general) con mayor desvergüenza en mis aventuras docentes y creo que eso haré a partir del 2008.
El otro texto es una lectura obligada. Voy a participar en una exposición del MAC a fines del otro año. La exposición se titula After Effects y me dieron esta lectura, junto a otras referencias, como una indicación de los temas que se espera que toque con el trabajo que voy a preparar este verano para llegar hasta ahí. "Post producción" aquí no alude solamente a los procesos de post-producción que hacemos en cine y video, sino que además es un juego con la idea de postmodernidad y el paso desde la figura moderna del autor como productor de una obra original a la figura contemporánea del artista como un post-productor de sentido, o sea, más el autor de una interpretación que productor de una obra original: un post-autor. Nada tan original, pero para uno que casi ha perdido el hábito de las lecturas teóricas, como diría Wittgenstein, refresca el entendimiento.
Y justo mientras disfruto estos textos se organiza vía mail una reunión con mis compañeros de curso de sociología para conmemorar 10 años desde que salimos de la universidad. Juro que hasta que recibí el mail de Claudia Arratia (presidenta de curso durante los 5 años de carrera y líder carismática de manual), no había caído en cuenta de que ya pasó una década completa, no desde que entré - desde que salí de la universidad. Para rematar el viejazo que se vino encima, mis compañeros de colegio están organizando un almuerzo por 15 años desde que salimos del colegio. ¡15 años!
Tampoco es algo que no se note: a la vuelta del rodaje una dermatológa le puso cinco mil restricciones a mi estilo de vida para proteger mi desprotegida y muy delgada piel, y un traumatólogo me disgnosticó dos lesiones en el hombro e inflexibilidad en los músculos. Por suerte no he ido al dentista.
El primero es un ensayo sociológico, pero más o menos light, sobre las relaciones amorosas en tiempos flexibles (me gusta es metáfora que usan muchos sociólogos para describir esta época, usurpando esa cualidad que habitualmente se le atribuye a nuestras economías, creo que no hay mejor palabra para calificar los tiempos que corren, qué era de la información ni que ocho cuartos, la era flexible). A Bauman lo había leído en la universidad, su famosa obra sobre el holocausto y la modernidad. Recuerdo una discusión sobre ese texto en un seminario con Stan Cohen, el único profesor de sociología que conocí que en su oficina tenía un afiche de un metro de altura de Bob Marley fumándose un tonto caño. ¿Por qué volví a Bauman? La excusa oficial fue que quería lecturas que me estimularan el entendimiento en el camino de escribir mi nuevo guión y así lo adquirí en una reciente visita a esas librerías gigantes que hay en Buenos Aires. Pero supongo que lo que pasado más en el fondo es que mientras más cineasta me pongo y ya voy dando clases, sobre todo de guión, he ido echando de menos la sociología. No es que quiera volver a ser sociólogo, sino que más bien quiero meter la sociología (y las lecturas teóricas en general) con mayor desvergüenza en mis aventuras docentes y creo que eso haré a partir del 2008.
El otro texto es una lectura obligada. Voy a participar en una exposición del MAC a fines del otro año. La exposición se titula After Effects y me dieron esta lectura, junto a otras referencias, como una indicación de los temas que se espera que toque con el trabajo que voy a preparar este verano para llegar hasta ahí. "Post producción" aquí no alude solamente a los procesos de post-producción que hacemos en cine y video, sino que además es un juego con la idea de postmodernidad y el paso desde la figura moderna del autor como productor de una obra original a la figura contemporánea del artista como un post-productor de sentido, o sea, más el autor de una interpretación que productor de una obra original: un post-autor. Nada tan original, pero para uno que casi ha perdido el hábito de las lecturas teóricas, como diría Wittgenstein, refresca el entendimiento.
Y justo mientras disfruto estos textos se organiza vía mail una reunión con mis compañeros de curso de sociología para conmemorar 10 años desde que salimos de la universidad. Juro que hasta que recibí el mail de Claudia Arratia (presidenta de curso durante los 5 años de carrera y líder carismática de manual), no había caído en cuenta de que ya pasó una década completa, no desde que entré - desde que salí de la universidad. Para rematar el viejazo que se vino encima, mis compañeros de colegio están organizando un almuerzo por 15 años desde que salimos del colegio. ¡15 años!
Tampoco es algo que no se note: a la vuelta del rodaje una dermatológa le puso cinco mil restricciones a mi estilo de vida para proteger mi desprotegida y muy delgada piel, y un traumatólogo me disgnosticó dos lesiones en el hombro e inflexibilidad en los músculos. Por suerte no he ido al dentista.