Fortaleza
Mi viejo me dejó en el aeropuerto antes de ayer. En la mañana la ida a Corfo fue un fiasco. Estuve torpe y poco lúcido en la defensa de mi proyecto frente a la comisión, que lideraba Cristián Galaz junto Lubbert y un par de extranjeros. Se me ocurrieron cosas mucho más inteligentes para decir mientras caminaba por Moneda a la salida de la reunión.
El vuelo a Fortaleza hacía escala en Sao Paulo. Se suponía que debía esperar como 3 horas, sin embargo, todo se atrasó y por poco pierdo la conexión. Mientras me embarcaba, vi pasar a una chica ruda con pinta de travesti que llevaba orgullosa una estatuilla dorada con la figura de un tipo sacando músculos. Qué feliz que iba la campeona de fisicoculturismo. Qué sonrisa más linda le iluminaba la cara. Me imaginé que estaba tomando su avión de vuelta a algún pueblo chico donde entrenan en condiciones miserables y que este viaje a Sao Paulo había sido la gran aventura. Quizá no era así, pero su alegría era tan genuina y tan cándida que no pude dejar de imaginarla en un campo entre las palmeras haciendo sentadillas.
Como el avión iba tan lleno al final me metieron en business. Al llegar a Fortaleza me estaban esperando del festival. Me llevaron a un hotel desde el cual se veía la playa y filas enormes de edificios blancos, unos montados con otros. Ya eran casi las dos de la mañana así que el viaje a Canoa se pospuso hasta el día siguiente. Eso fue ayer. Nos vinimos en una van junto a Patricia, la organizadora, Lautaro Núñez, que es un director argentino, un venezolano, una brasileña, un brasileño y una rusa con la que me comunico en alemán y que es pareja del venezolano. El lugar donde nos quedamos es literalmente un resort.
Paradójicamente las pelis se exhiben en una multicancha en Canoa, al aire libre y antes de empezar toca la orquesta del pueblo con su estilo militar, o sea, una onda familiar, sencilla y de pueblo, nada de turístico o glamoroso. La banda tocó temas locales, pero también una de Bob Dylan y "Bésame Mucho". Era lindo que alguna gente cantaba con esa libertad que los brasileños saben tener.
Apenas llegamos al resort y vimos la playa nos fuimos a bañar. Las olas son pequeñas, pero las hay. El mar es casi cálido y el agua es muy verde. Patricia, que es como una mamá, nos dijo a Lautaro y a mí: "niños, tengan cuidado con las rocas." Hasta ahí íbamos increíble, pero apenas lo dijo me agarró una ola un poco más fuerte y me azotó contra una roca. Puse las manos y así salvé la cabeza, pero el empeine lo azoté violentamente contra las piedras. Cuando salí del agua tenía todo el pie bañado en sangre y un tajo que abría la carne del empeine. Creo que a veces es mejor sangrar.
El vuelo a Fortaleza hacía escala en Sao Paulo. Se suponía que debía esperar como 3 horas, sin embargo, todo se atrasó y por poco pierdo la conexión. Mientras me embarcaba, vi pasar a una chica ruda con pinta de travesti que llevaba orgullosa una estatuilla dorada con la figura de un tipo sacando músculos. Qué feliz que iba la campeona de fisicoculturismo. Qué sonrisa más linda le iluminaba la cara. Me imaginé que estaba tomando su avión de vuelta a algún pueblo chico donde entrenan en condiciones miserables y que este viaje a Sao Paulo había sido la gran aventura. Quizá no era así, pero su alegría era tan genuina y tan cándida que no pude dejar de imaginarla en un campo entre las palmeras haciendo sentadillas.
Como el avión iba tan lleno al final me metieron en business. Al llegar a Fortaleza me estaban esperando del festival. Me llevaron a un hotel desde el cual se veía la playa y filas enormes de edificios blancos, unos montados con otros. Ya eran casi las dos de la mañana así que el viaje a Canoa se pospuso hasta el día siguiente. Eso fue ayer. Nos vinimos en una van junto a Patricia, la organizadora, Lautaro Núñez, que es un director argentino, un venezolano, una brasileña, un brasileño y una rusa con la que me comunico en alemán y que es pareja del venezolano. El lugar donde nos quedamos es literalmente un resort.
Paradójicamente las pelis se exhiben en una multicancha en Canoa, al aire libre y antes de empezar toca la orquesta del pueblo con su estilo militar, o sea, una onda familiar, sencilla y de pueblo, nada de turístico o glamoroso. La banda tocó temas locales, pero también una de Bob Dylan y "Bésame Mucho". Era lindo que alguna gente cantaba con esa libertad que los brasileños saben tener.
Apenas llegamos al resort y vimos la playa nos fuimos a bañar. Las olas son pequeñas, pero las hay. El mar es casi cálido y el agua es muy verde. Patricia, que es como una mamá, nos dijo a Lautaro y a mí: "niños, tengan cuidado con las rocas." Hasta ahí íbamos increíble, pero apenas lo dijo me agarró una ola un poco más fuerte y me azotó contra una roca. Puse las manos y así salvé la cabeza, pero el empeine lo azoté violentamente contra las piedras. Cuando salí del agua tenía todo el pie bañado en sangre y un tajo que abría la carne del empeine. Creo que a veces es mejor sangrar.
Y sí, basta despegar el trasero de una silla para que el cerebro funcione mejor que cuando estaba adherido.
O basta poner el punto aparte y publicar para notar que "eso" no se ve tan bien como cuando se escribía.
O basta decir "se terminó" para arrepentirse; claro que eso pertenece a otro mundillo mucho más intrincado aún de la cabeza ligada a otra parte.
saludos donde esté, y claro, lo envidio mal (como se debe envidiar).