Celebraciones
Mis últimos dos días en Madrid no tuve gran cosa que hacer, por lo que me dediqué a caminar, leer, escuchar música mientras leía y caminaba, en fin, tomar aire. Partí rumbo al Reina Sofía, pero en lugar de meterme al museo deambulé por las galerías aledañas hasta dar con una exposición que me gustó mucho de dos jóvenes artistas chinas, modernas y pop, pero ñoñas a la vez. Me encantó una colección de secuencias fotográficas, cada una de unas 4 o 5 fotos, muy cotidianas, pero estilizadas, que te permitían echar un vistazo a una China actual tan lejana de los estereotipos habituales como lejana es esta ciudad del Macondo for export. Nostálgico y muy contemporáneo el rollo, sin romper esquemas formales. Me gustó especialmente una secuencia de un gato en la ventana de un edificio altísimo, con una puesta de sol muy amarilla en el fondo encandilando al felino. Luego di vueltas sin rumbo, terminé de leer "Alta Fidelidad" en el Café San Ginés entre churros y chocolate, seguido de té por dos para ganar tiempo.
De regreso a Chile, Air Madrid casi destruye mi paciencia con 6 horas de espera en el aeropuerto, aniquilando todas las ventajas del vuelo directo. Por suerte esta vez no hubo caracoquesos en el menú, aunque la oferta no mejoró demasiado su nivel. Al menos vi "El Diablo viste Prada" y lo pasé bien, compensando en algo las demoras.
Pero mi llegada a Santiago ha coincidido con tiempo de celebraciones: el sábado fue el primer cumpleaños de los mellizos Waissbluth, que están guapísimos y cantan cumpleaños feliz con polerita aspiracional de Harvard y ayer domingo fue el aniversario de matrimonio número 35 de mis viejos, lo que incluyó almuerzo exquisito en el Café Turri.
Hay que seguir la tónica en días venideros. Estas bienvenidas parecen un buen síntoma.
De regreso a Chile, Air Madrid casi destruye mi paciencia con 6 horas de espera en el aeropuerto, aniquilando todas las ventajas del vuelo directo. Por suerte esta vez no hubo caracoquesos en el menú, aunque la oferta no mejoró demasiado su nivel. Al menos vi "El Diablo viste Prada" y lo pasé bien, compensando en algo las demoras.
Pero mi llegada a Santiago ha coincidido con tiempo de celebraciones: el sábado fue el primer cumpleaños de los mellizos Waissbluth, que están guapísimos y cantan cumpleaños feliz con polerita aspiracional de Harvard y ayer domingo fue el aniversario de matrimonio número 35 de mis viejos, lo que incluyó almuerzo exquisito en el Café Turri.
Hay que seguir la tónica en días venideros. Estas bienvenidas parecen un buen síntoma.
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