Roger Silverstone (1945-2006)
Con bastante retraso en el interconectado mundo en que vivimos he venido a enterarme de la muerte de Roger Silverstone, uno de los sociólogos británicos más distinguidos y de quien tuve la suerte y el honor de ser alumno. Uno de los primeros cientistas sociales en tomar en serio a la tele como objeto de estudio a principios de los 70, Silverstone había sido director de TV en la BBC y según recuerdo por sus clases, era un fanático de la literatura con una arrolladora lista de lecturas en el cuerpo (después de todo el tipo pertenece a esa generación de intelectuales que abordó los medios desde la visión de la teoría literaria, choqueando a sus colegas de las humanidades en su momento).
Su libro más influyente se llama "Television and Everyday Life" y ubica el análisis en un plano derechamente psicológico, atribuyéndole a la tele un rol proveedor de seguridad ontológica en contraposición a lo que otros sociólogos llaman la sociedad del riesgo, o sea, un mundo repleto de ansiedades y angustias, pero cada vez menos capaz de entregar certezas o la sensación de estar uno mismo en control de su vida. Él mismo debe haberse fascinado con la rapidez (el libro se publicó a principios de los 90) con que su tesis de ese libro seguramente quedó obsoleta en vista de los avances tecnológicos desde fines de los 80.
Con él escribí un trabajo sobre la fotografía como medio de control social que fue el inicio de mi despedida de las ciencias sociales. Lo recuerdo hablando de inventos tecnológicos fallidos en el bar del LSE con una pinta de cerveza en la mano y relatando usos increíbles de walkmans, teléfonos y lavadoras, recogidos en trabajos de campo propios y de sus alumnos. En fin, un señor encantador. Un brindis por él.
Su libro más influyente se llama "Television and Everyday Life" y ubica el análisis en un plano derechamente psicológico, atribuyéndole a la tele un rol proveedor de seguridad ontológica en contraposición a lo que otros sociólogos llaman la sociedad del riesgo, o sea, un mundo repleto de ansiedades y angustias, pero cada vez menos capaz de entregar certezas o la sensación de estar uno mismo en control de su vida. Él mismo debe haberse fascinado con la rapidez (el libro se publicó a principios de los 90) con que su tesis de ese libro seguramente quedó obsoleta en vista de los avances tecnológicos desde fines de los 80.
Con él escribí un trabajo sobre la fotografía como medio de control social que fue el inicio de mi despedida de las ciencias sociales. Lo recuerdo hablando de inventos tecnológicos fallidos en el bar del LSE con una pinta de cerveza en la mano y relatando usos increíbles de walkmans, teléfonos y lavadoras, recogidos en trabajos de campo propios y de sus alumnos. En fin, un señor encantador. Un brindis por él.