En los últimos días se ha debatido bastante acerca de la naturaleza política de la película "La Nana", dirigida por Sebastián Silva y co-escrita por Silva y Pedro Peirano. Hay un sector de la crítica, curiosamente la más oficial, que le ha reprochado a la película un cierto conservadurismo en su agenda. Cómo si la película fuese valiosa en su planteamiento, pero no tanto en la manera en que cierra la historia, ya que ésta denotaría una omisión del problema de fondo, estructural, reduciéndolo todo a un problema psicológico.
En fin, es un debate interesante: Alejandro Zambra intervino desde su columna en La Tercera el fin de semana, señalando que la película es más rara de lo que parece a simple vista, que su final es casi circular y que esta exigencia moral que se le hace a la película es un lugar común desde Flaubert. O sea, Zambra le respondió a Martínez, Villalobos, Muñoz. Y Alejandro Fernández Almendras (AFA) le respondió a Zambra vía facebook señalando que la naturaleza política de una película no es necesariamente un panfleto o un discurso explícito. Hace rato que seguía esta polémica con interés. Pero llegado este punto decidí meter la cuchara.
Escuchando lo que Peirano-Silva plantean en entrevistas, por ejemplo, vía twitcam con Nicolás López, ellos defienden un ángulo humano y un relato que arranca desde la curiosidad acerca de un personaje enfrentado a una situación compleja e injusta, pero dejando en claro que no quieren hacer un comentario social. Puede ser que haya algunas preguntas difíciles que no estén respondiendo tan bien en las entrevistas, pero hay algo en lo cual quiero defender a esta dupla. Su película no es una película progresista. Posiblemente es conservadora en algunos aspectos, partiendo por el hecho de que se ciñan en forma bastante aplicada a la forma clásica de relato. Sin embargo, ¿desde cuando las críticas en los medios oficiales se dedican a premiar con estrellas los riesgos formales? Y más aún: ¿desde cuando una película debe ser progresista para ser una buena película? Por ejemplo, "Tony Manero" es una película excelente que perfectamente puede leerse al borde de una apología del fascismo, que parece disfrutar la tortura y la violencia, lo que no es trivial si nos situamos en Chile 1978. Sin embargo, en esa amoralidad hay un valor, hay un riesgo. Nos obliga a confrontarnos con una oscuridad de la cual no es tan fácil sentirse completamente excluidos, que es lo que ocurre cuando se trazan límite más claros entre buenos y malos. Me parece que a su manera, desde su aparente ingenuidad, con "La Nana" pasa algo similar, que también tiene que ver con una deliberada ambigüedad política, una ausencia de toma clara de partido que es un poco desconcertante.
Respecto de la secuencia final, yo la leo como una semilla de esperanza, más que como una redención hecha y derecha. Cuando el personaje entra en relación con alguien que le da cariño incondicional, que no contamina su cariño de racionalidad utilitaria (cariño en pos de paz, paz en pos de buen servicio), gatilla un click interior que a lo mejor no la libera de su yugo, pero la libera de un destino que parece insinuarse desde el arranque en la línea de "La Celebración" de Chabrol o "El Custodio" de Rodrigo Moreno, con los patrones muertos a balazos como único camino de liberación. ¿Habría un desenlace de ese tipo dejado felices a los críticos progresistas? ¿No sería ése un castigo para el personaje, que además de oprimida y enferma, deviene delincuente como empujada por una fatalidad que se origina en la pobreza?
Es tan inesperado el desarrollo que adopta la historia y aunque el personaje de Loyola es quizá el menos logrado, la amistad, pariente de la solidaridad, sale bien parada en el oscuro paisaje de la película. Yo no sé qué vieron los demás, pero cuando Raquel imita la forma de actuar de Lucy al final, está imitando la forma de actuar de una persona que a poco andar abandonó el oficio de empleada doméstica, no lo pudo bancar y decidió retomar las riendas de su vida. A mí al menos me resulta obvio leer esa secuencia como una posibilidad futura: que Raquel siga la huella de Lucy hasta el final y abandone, pero ése seguramente es un recorrido largo, sinuoso e incierto.
Personalmente hubiese disfrutado algo de vendetta de clases, aunque fuese soft, a lo "Tres Tristes Tigres". Pero mientras más lo pienso, más interesante me parece el camino elegido por esta historia y su aplomo para hablar de un tema como éste sin culpas (quizá esa falta de culpa es lo que más irrita a algunos). Y creo que el debate que ha ocasionado demuestra que a veces en el cine es más importante hacer las preguntas políticamente incómodas que ofrecer las respuestas políticamente correctas.
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