Rockero
Después vino una excentricidad de los organizadores que tuvo gran recepción en el respetable: dos escenas de "Los Debutantes" dobladas al japonés. El efecto de este ejercicio es doble: por un lado, la peli se siente japonesa. Todos los actores tienen rasgos suficientemente ambiguos como para que uno se trague el texto en japonés sin asco y además, el estilo ligeramente abstracto de la peli, sin grandes señas de identidad y con mucho plano nocturno, hace que uno perfectamente compre Santiago como una ciudad nipona, seguramente una ciudad bastante menos post-moderna que Tokio, pero Japón al fin y al cabo. Lo más notable eso sí es que la gente se ríe mucho. A Antonella le pusieron una voz casi de niñita, onda animación, muy calentona. A Trejo, por su parte, la voz que le dieron es de un malo recontra malo. Lo que más me gusta de este efecto es que "Los Debutantes" es una película a la cual yo siempre le critiqué su falta de sentido del humor. La función de ayer nos demostró a todos que así como con los textos y las conversaciones, también con las películas se cumple el adagio que señala que nunca está dicha la última palabra.
No voy a alcanzar a terminar este post, ya que me acaba de llamar mi chica para pedirme que le cuide a Martín, su hijo de cuatro años. Ella tiene que trabajar y no tiene con quién dejarlo.
Como en las películas, esta saga continuará.
Crisis:
Esto me recuerda una vieja idea, que por falta de interés, tiempo, ganas y recursos no pienso llevar a cabo en el corto plazo, pero no faltará el que quiera sacarle provecho personal. Se trata de construir cortometrajes tomando como material una o varias películas porno, y haciendo un doblaje en los personajes son nombrados con los protagonistas de la Biblia. Como es un ejercicio de ambiguedad, no habría mas contenido que los nombres de los personajes y un montón de sonidos guturales. Si se trata de una increible coincidencia de nombres o de una malsana y gratuita ofensa al cristianismo es una decisión, voluntaria o no, del espectador. Creo que podría abrir un lucrativo mercado de fetichismo religioso que a la larga le haría más bien que mal a nuestra indeleble sociedad.
Atentamente,
L