Tardes de Cine

Ficciones, Mentiras e Ilusiones Ópticas de la Vida Real

31.12.05

Rosa

El otro día vi "Zelig". Qué peliculón. Cada vez que veo algo de Woody Allen siento que debí haber puesto más voz en off en mi último corto, descriptiva, narrativa, de esa que a todos aquí aterra. Como sea, ya había visto "Zelig" hace años. Es un documental falso acerca de un tipo cuya virtud es ser un camaleón humano. Entre doctores se comporta como doctor, entre gordos engorda, entre chinos se pone chino, entre negros se pone negro. Zelig quiere ser querido y aceptado. He conocido a uno que otro Zelig en mi vida. Un amigo que llegó a Madrid y a la semana hablaba como español es un ejemplo. Diez años antes cambió carrera, de literatura a derecho, y asimiló sus nuevos entornos como quién se adapta al frío o al calor.
Sin ánimo de ser un desadaptado, voy camino a pasar las doce de la noche de hoy en soledad. Aún no organizo colarme en ninguna cena. Y la única invitación que recibí involucra repartir abrazos a gente que no conozco, tías viejas, cabros chicos. Nunca me han gustado demasiado el año nuevo, en parte por esa fruncia de los abrazos con gente que uno apenas conoce. Una vez pasé el año nuevo en un taxi. En otra ocasión, la pasé viendo tele al final de una cena donde yo era el único heterosexual. Hoy no sé. Quizá voy a salir a dar una vuelta por la ciudad con mi ipod y regrese a casa a las 12 y media cuando empiecen a llegar los invitados a mi fiesta. Está bastante esquizo mi programa nocturno. Lo sé. Pero nunca antes hice una fiesta de año nuevo y súbitamente me pareció una forma notable de partir el año y en fin, ya está hecho. Espero no arrepentirme.
Quien no vendrá a la fiesta, aunque sólo es por cosa de un par de horas, es un canadiense que conocí hace dos veranos cuando fui a Ecuador. El tipo era una especie de leñador municipal en Toronto, o sea, estaba a cargo de botar árboles viejos y despejar calles cuando el viento los tira abajo. Viajamos juntos por el Amazonas y después intercambiamos mails, pero el papelito lo perdí y el nunca me escribió. Se llama Russ, pero en Ecuador todo el mundo le decía Rosa, y después le explicaban que allá ése era un nombre de mujer. La cosa es que hace dos días recibí 10 mails del tipo. Por alguna razón le daba susto que el mensaje no llegara y lo volvía a mandar una y otra vez. Procedo a traducir fragmentos del mensaje: "Querido Cristián, sé que han pasado algunos años desde nuestra experiencia en el Amazonas, pero ahora estoy viajando hacia tu país el día de año nuevo. Llego al aeropuerto el 1 a las 10.20 am. Sé que éste es un aviso de última hora y es la mañana siguiente de una gran noche y quizá un tipo cool como tú estará en París o Milán. No espero milagros. (...) Sé que esperar que me recojas en el aeropuerto quizá es mucho pedir. Pero al menos, espero que podamos ir por un par de chelas cuando esté en Chile. Me intriga saber qué pasó con tu novia cuando regresaste del viaje unos días antes de San Valentín. Espero que todo haya ido bien, porque sé que te gustaba mucho [nota del traductor: todo se fue el carajo muy pronto]. Como sea, espero que recibas este mensaje y de una forma u otra podamos juntarnos. Si no estás disponible y lo digo sin intención de faltar el respeto, estará tal vez disponible tu hermana? Por las cosas que me contaste de ella, sonaba muy cool. No sé si voy a tener tiempo para revisar de nuevo mi correo, así que si lees esto y no hay respuesta, lo mejor es que me llames a mi casa: [número suprimido]. Se despide tu amigote, Rosa."
Queridos lectores, feliz año nuevo.

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