Padres
Este fin de semana vi dos obras que más o menos rondan el mismo tema y en las dos actuaba Luis Gnecco: "Padre Nuestro" de Rodrigo Sepúlveda y "Padre" de Rodrigo Pérez. Mis expectativas respecto de "Padre Nuestro" no eran muy altas. Los comentarios recibidos eran más bien tibios, poco favorables, sin ser derechamente negativos. Al final de la función entendí por qué. Algunas cosas de la peli me irritaron, como el bailoteo de Vadell sobre los bancos de la estación de tren (en general cada vez que Vadell se ponía marchoso) o la escena emotiva del restorán o el puticlub. Sentí que la artesanía con que se trabajó aquí es más bien gruesa, sin terminaciones finas, con una puesta en escena floja y bastante sensiblería sobre todo en la música. Encontré que si bien la peli no tenía cosas imperdonables como otras pelis chilenas que nos ha tocado ver este año, peca en su falta de personalidad y en que en términos estéticos parece hecha hace 40 años o por un director mayor de 70, alguien de le generación de Vadell (con todo respeto a los viejos que siguen haciendo cine en una tecla más contemporánea). Sin ánimo de ofender, me aburrí y me dio lo mismo todo.
Salí mucho más tocado de la sala de teatro de la Universidad Mayor hace un par de horas, donde vi "Padre" de Rodrigo Pérez. No muy a menudo me ocurre eso a la salida del teatro: generalmente cuando una obra me engancha es por un lado más intelectual o plástico. Siempre he sentido que si el cine lleva ventaja en las emociones, el teatro lleva ventaja en las ideas o en conceptos más complejos. Al menos eso me ocurre como espectador. Aquí entré por donde "Padre Nuestro" fue una muralla para mí, por la guata. No soy capaz de relatar la obra como un cuento, pero si puedo decir que en esta especie de sala de espera donde convergían varios hijos y un solo papá, en más de una ocasión se me puso la carne de pollo. Y en varios momentos me indentifiqué con el texto. Algo había ahí que era verdadero.
Lástima que no vi las otras dos partes de la trilogía. Tal vez en enero.
Salí mucho más tocado de la sala de teatro de la Universidad Mayor hace un par de horas, donde vi "Padre" de Rodrigo Pérez. No muy a menudo me ocurre eso a la salida del teatro: generalmente cuando una obra me engancha es por un lado más intelectual o plástico. Siempre he sentido que si el cine lleva ventaja en las emociones, el teatro lleva ventaja en las ideas o en conceptos más complejos. Al menos eso me ocurre como espectador. Aquí entré por donde "Padre Nuestro" fue una muralla para mí, por la guata. No soy capaz de relatar la obra como un cuento, pero si puedo decir que en esta especie de sala de espera donde convergían varios hijos y un solo papá, en más de una ocasión se me puso la carne de pollo. Y en varios momentos me indentifiqué con el texto. Algo había ahí que era verdadero.
Lástima que no vi las otras dos partes de la trilogía. Tal vez en enero.