Tardes de Cine

Ficciones, Mentiras e Ilusiones Ópticas de la Vida Real

14.7.05

Glorioso

Estoy en un cibercafé en Iquique después de pasar todo el santo día en las grabaciones de la geografá musical. Iquique me ha sorprendido. Había estado antes aquí en 1994, a la vuelta de un mochileo por Perú y Bolivia. Esa vez, Iquique fue más que nada un lugar donde dormir y carretear. La ciudad ni la miré. Ahora resulta que las obligaciones profesionales obligan a observar con detención y ocurre que Iquique tiene unas locaciones increíbles. El club español es un edificio morisco notable. La vieja aduana la están refaccionando, un viejo edificio colonial y colosal, y desde el techo (que estaba medio desarmado y roto, lo que confirmó que sufro de vértigo) se veía el puerto y los cerros en gloria y majestad. El paseo Baquedano, renovado con ese look colonial que aquí inevitablemente me sabe a western, fue un buen lugar para un par de viejos entrevistados de estudiantinas y hasta estuvimos en el teatro municipal, donde el conductor se unió a dos tunos cantando "Mejillones". ¿Qué más pedir? Un poco más de cariño. Eso no es problema de los iquiqueños sino que de mi empleador. Primero nos mandan en Sky, avión con asientos que eran poco menos de madera. Después, llego a la pieza del hotel, abro la ventana y daba a un muro. La cama tenía un colchón de juguete y en la mañana de la ducha no salió agua caliente. Como las paredes no aislaban los ruidos de las demás habitaciones, me puse a gritar "prendan el califon", pero con eso lo que único que conseguí fue provocar carcajadas en mi concubino de pieza. Para colmo, durante la mañana me di cuenta que tenía la guata entera picada de pulga. Esa huevá ya es demasiado. El canal de televisión para el que trabajo definitivamente se propasó.

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