El Voto es Político
Hoy mientras caminaba rumbo a la urna bajo un sol opresivo, iba pensando en toda esa gente de mi edad hacia abajo que no quiere votar. Me iba preguntando por qué razón voto. Es una responsabilidad muy fácil de eludir. Sin ir más lejos, recién a las 3 de la tarde de hoy encontré mi carnet de identidad perdido y por poco me salto el deber cívico a la fuerza. Habría bastado con ir a los pacos, dar aviso y eximido.
Mientras estudiaba sociología un compañero mío escribió un paper que se llamaba democracia como ideología. Allí decía que la deserción política de la juventud que había por esos años (alrededor del 95) no se debía a la dictadura, como algunos elucubraban en la prensa. Por el contrario, decía este sujeto, que la dictadura estuviese temporalmente cerca explicaba que la deserción fuese aún pequeña. Luego analizaba el sentido de votar y concluía que había un acto simbólico de legitimar el sistema más que una verdadera lucha por llevar el sistema en determinados rumbos. Para eso, había poderes extrapolíticos haciendo lo suyo con eficiencia. Como sea, y aunque creo que mi amigo tenía razón, me gusta votar. Porque los símbolos después de todos son importantes. Y aunque esta democracia sea una porquería, hubo gente que literalmente sacrificó su vida para que yo en el día de hoy, una vez aparecido mi carnet, haya podido ir a votar. Es obvio decirlo, pero es cierto: los días en que no teníamos siquiera derecho a votar no son demasiado lejanos.
Por toda esa gente, por todo ese proceso de los 80, por decepcionantes que sean de muchas maneras los resultados que hoy vemos, me siento con la obligación de votar. Y me siento bien cuando salgo de la cámara secreta y meto el voto en la urna. Hoy la mesa estaba despejada y los vocales hasta echaron la talla con que la cámara era la cámara de Harry Potter. Campus Oriente está cambiado desde mis años de estudiante. Quizá atontados por el calor, los votantes masculinos de Providencia caminábamos a paso lento sobre la gravilla. Casi todos en silencio. Nuestro voto estaba dentro de nuestras cabezas. Imaginé unos anteojos que permitiesen distinguir una luz azul resplandeciendo en las cabecitas de los piñeristas y una luz roja alrededor de los cráneos bacheletistas.
El mismo amigo del paper sobre la democracia me contó que una vez cuando tenía como 6 años, cuando en Chile no se votaba y una generación completa de chilenos vio sus vidas pasar por delante de sus narices sin poder realmente vivirlas, su papá lo llamó. Le dijo que quería decirle algo muy importante. Ese niño de 6 años nunca había escuchado a su padre hablarle así. El voto es político, le dijo su papá. Por esos días, en plena dictadura de las armas, la dictactura de la intimidad que hoy vivimos no era un tema todavía y nadie había dicho que al votar las personas importan más que los partidos (lo que es lo mismo que decir que las personalidades importan más que las ideas o los proyectos políticos). Quizá por eso o porque derechamente no se votaba y mi amigo no conocía el significado de la palabra votar, ese niño no entendió de qué carajo estaba hablando su papá. Lo que importa es que en el 78 o el 2006, su padre tenía toda la razón.
Debo reconoccer que estoy un poco ebrio,colega, pero no me esperaba un triunfo tan contundente. Contundente como el vino que bebimos con otros colegas, celebrando el triunfo de Michelle. Celebrando la capacidad de decidir por encima de los medios, solo ejerciendo por única vez nuestra opinión, por que nunca más en 4 años, alguien volverá a preguntarnos qué mierda pensamos.
Por todo eso, colega, salud. Porque el voto es importante.
Salud, colega.