Patina
Estoy en Barcelona en la cocina de una amiga de mi ex. No tengo idea a quien le estoy pechando su airport, pero a ella no es. Hice un intento y conecté. Sigue con la tónica del viaje, en que me he dejado invitar una y otra vez alojamientos, almuerzos, cenas, cervezas, whiskys, taxis, etc. Hasta dejé que mi amigo Franz acarreara mi maleta en el metro de Madrid. Tanto así que recapitulando mientras iba alejándome de Chamartín en el tren hacia Barcelona recordé una entrevista a Michael Caine en que le preguntaba si conservaba sus amigos de juventud. Él decía que sólo los actores. Que cuando era joven y estaba quebrado, no quería provocar lástima a sus amigos jóvenes profesionales y dejarse invitar una copa, prefería estar con otros actores miserables como él que eran hasta hoy sus únicos verdaderos amigos. Sospecho que si alguno de ellos sigue sin tiunfar, no recibe invitaciones de Michael. Sospecho que mis amigos generosos no actúan movidos por la lástima ni mucho menos, pero mientras iba en ese tren nocturno me hice la pregunta.
En la capital madrileña terminé de entender el puzzle del proyecto que traje aquí y llegué a un pre-acuerdo con un productor de esas ciudad, a pesar de tener un nombre de catalán arquetípico: Joan Borrell. También en Madrid me reuní con una chica que conocí de Londres, Carmen, quien llegó a verme manejando un Mercedes enorme de los años 80 o principios de los 90, hablando a mil, embalada y hasta violenta. Fue un poco de comedia para todos, incluido para ella misma, creo.
En el tren a Barcelona fue una tortura. Tuve la mala idea de comprar un asiento en segunda. En el tren desde Lisboa a Madrid había hecho lo mismo y estuvo ok. Ahora me tocó viajar en un compartimento con otras 5 personas: una pareja de peruanos de 50 que cargaba la mitad de una casa en el tren, una noreuropea white-thrash con el pelo teñido naranjo cítrico, un magrebí de 40 con chaqueta de cuero negra, un sudaca deprimido, tal vez ecuatoriano, tal vez colombiano, insome y bueno para mirar por la ventana y finalmente yo. ¿En qué categoría caigo? Supongo que sucio y sin mucho dinero como venía, guardando la ropa que Franz me lavó para las reuniones en Barcelona, venía a caer en la categoría sudaca. Finalmente el dinero que me ahorré de la litera, me lo gasté en el bar aturdiéndome con cerveza para poder dormir algo.
Aquí en Barcelona ya he tenido dos reuniones y hoy cierro con la última para regresar a Londres esta tarde. Estoy cansado y quiero volver a mi camita. Anoche fuimos con la amiga de mi ex, su novio, un norteamericano de Miami muy simpático que tabaja como fotógrafo de skaters profesionales (me encantó la idea de viajar por el mundo viendo como otros se divierten patinando), y otras dos amigas de ella, a un lugar llamado la Paloma, que al parecer es un clásico de Barcelona. Queda cerca del Museo de Arte Contemporáneo y es un lugar con una decoración ultra rococó, con un feeling hindú, mucha gente sentada en el suelo fumando marihuana, espectáculos de contorsionistas y según supe, fiestas electrónicas los jueves a todo ritmo y sesiones vespertinas de pasodoble con señores jubilados casi cada día. Una buena mezcla de gente. Muchos recién arrancando los 20 y uno que otro de los bailarines de pasodeoble rezagado en el turno de noche.
Y finalmente, una buena noticia: gané la beca de Fundación Andes para mi proyecto "Ilusiones Ópticas", creo que son 11 millones de pesos. Un alivio y una gran inyección de felicidad, siempre necesaria para partir una larga travesía como la que tengo por delante.
En la capital madrileña terminé de entender el puzzle del proyecto que traje aquí y llegué a un pre-acuerdo con un productor de esas ciudad, a pesar de tener un nombre de catalán arquetípico: Joan Borrell. También en Madrid me reuní con una chica que conocí de Londres, Carmen, quien llegó a verme manejando un Mercedes enorme de los años 80 o principios de los 90, hablando a mil, embalada y hasta violenta. Fue un poco de comedia para todos, incluido para ella misma, creo.
En el tren a Barcelona fue una tortura. Tuve la mala idea de comprar un asiento en segunda. En el tren desde Lisboa a Madrid había hecho lo mismo y estuvo ok. Ahora me tocó viajar en un compartimento con otras 5 personas: una pareja de peruanos de 50 que cargaba la mitad de una casa en el tren, una noreuropea white-thrash con el pelo teñido naranjo cítrico, un magrebí de 40 con chaqueta de cuero negra, un sudaca deprimido, tal vez ecuatoriano, tal vez colombiano, insome y bueno para mirar por la ventana y finalmente yo. ¿En qué categoría caigo? Supongo que sucio y sin mucho dinero como venía, guardando la ropa que Franz me lavó para las reuniones en Barcelona, venía a caer en la categoría sudaca. Finalmente el dinero que me ahorré de la litera, me lo gasté en el bar aturdiéndome con cerveza para poder dormir algo.
Aquí en Barcelona ya he tenido dos reuniones y hoy cierro con la última para regresar a Londres esta tarde. Estoy cansado y quiero volver a mi camita. Anoche fuimos con la amiga de mi ex, su novio, un norteamericano de Miami muy simpático que tabaja como fotógrafo de skaters profesionales (me encantó la idea de viajar por el mundo viendo como otros se divierten patinando), y otras dos amigas de ella, a un lugar llamado la Paloma, que al parecer es un clásico de Barcelona. Queda cerca del Museo de Arte Contemporáneo y es un lugar con una decoración ultra rococó, con un feeling hindú, mucha gente sentada en el suelo fumando marihuana, espectáculos de contorsionistas y según supe, fiestas electrónicas los jueves a todo ritmo y sesiones vespertinas de pasodoble con señores jubilados casi cada día. Una buena mezcla de gente. Muchos recién arrancando los 20 y uno que otro de los bailarines de pasodeoble rezagado en el turno de noche.
Y finalmente, una buena noticia: gané la beca de Fundación Andes para mi proyecto "Ilusiones Ópticas", creo que son 11 millones de pesos. Un alivio y una gran inyección de felicidad, siempre necesaria para partir una larga travesía como la que tengo por delante.