12 años
Estoy en la recepción de Mactari, el estudio de sonido esperando que terminen de setear las máquinas para iniciar la jornada de trabajo. ya estoy bastante ansioso de empezar la mezcla más dura, con ambientes y foleys. Hemos estado enfocados en el director y los diálogos. Ayer estuvimos bastante rato pegados en una escena en que cena toda una familia y el hijo pre-adolescente tiene bastante texto. Por gajes de la edad, las líneas estaban en otra frecuencia al resto con los agudos disparados en forma intermitente. Jean Guy, el mixer, comentó que a su hijo de 12 años le pasa lo mismo y que cada vez que dice cualquier cosa le dan ganas de ecualizarlo.
Ayer mientras hacía hora vi una película protagonizada por un niño de la misma edad, pero sin gallitos. "Chop Shop" es la segunda película de un director norteamericano de origen iraní tras "Man push cart", Ramin Bahrani. No vi la primera, pero está en cartelera acá y voy a intentarlo, porque la segunda está muy buena. Tiene un pulso antropológico súper interesante. Se queda con lo más cotidiano de una vida que transcurre en los márgenes de NY, sin sentimentalismos, más bien lo opuesto, una cierta sequedad en la mirada que no es lo mismo que falta de empatía. Todo el tiempo uno está con el feeling que si el director fuera otro la peli podría pegar un golpe bajo, ya que el material está pintado para eso. Pero no. Se aguanta. Cada vez que uno cree que algo terrible y doloroso va a ocurrir, no ocurre. Es simplemente una rutina al borde la que estamos presenciando. Un borde en el cual se sobrevive y por momentos se vive de frentón, pese a todas las frustraciones y la ausencia del mullido confort que uno asocia al primer mundo. Más que recomendable. Como para seguirle la huella al director.
Ayer mientras hacía hora vi una película protagonizada por un niño de la misma edad, pero sin gallitos. "Chop Shop" es la segunda película de un director norteamericano de origen iraní tras "Man push cart", Ramin Bahrani. No vi la primera, pero está en cartelera acá y voy a intentarlo, porque la segunda está muy buena. Tiene un pulso antropológico súper interesante. Se queda con lo más cotidiano de una vida que transcurre en los márgenes de NY, sin sentimentalismos, más bien lo opuesto, una cierta sequedad en la mirada que no es lo mismo que falta de empatía. Todo el tiempo uno está con el feeling que si el director fuera otro la peli podría pegar un golpe bajo, ya que el material está pintado para eso. Pero no. Se aguanta. Cada vez que uno cree que algo terrible y doloroso va a ocurrir, no ocurre. Es simplemente una rutina al borde la que estamos presenciando. Un borde en el cual se sobrevive y por momentos se vive de frentón, pese a todas las frustraciones y la ausencia del mullido confort que uno asocia al primer mundo. Más que recomendable. Como para seguirle la huella al director.